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La osadía de Milei.

Se cumplen más de 70 días de que Javier Milei es el nuevo presidente de la Argentina.  No hay democracia en el mundo que no esté sustentada sobre bases políticas.  La Argentina de los últimos 40 años está inmersa en esa definición.  Transcurrió todo ese tiempo donde los pilares de la política, con sus momentos buenos y malos, se manejaron dentro de esos parámetros con la cabeza de un Poder Ejecutivo consciente de que su accionar debía ser consecuente con los sinuosos caminos ideológicos, de la discusión, de la negociación y también de la concesión.  Nada raro, todo lo contrario, propio de las actividades políticas.  En síntesis, la política manejada por los políticos.

            Si bien esa es la lógica, no siempre los presidentes, lograron convertirse en líderes indiscutibles aun reconociéndoles condiciones políticas excelentes y finalmente debieron dejar el gobierno por el rechazo de los votantes.  Eso se fue incrementando de tal manera que la dirigencia política perdió credibilidad y confianza a tal punto de rechazarse mayoritariamente la actividad política, más allá de que por la obligatoriedad del voto el porcentaje de sufragantes demuestre lo contrario.

            Y en esta Argentina donde muchos dudaron de la política,  irrumpe una figura como la de Milei que gana mayoritariamente la adhesión de la gente con propuestas antipolíticas y, más aún, con propuestas electorales nada demagógicas y totalmente atípicas: ajuste económico, recesión, aumentos de precios y promesas de mayor libertad, aun cuando ésta nunca había sido cuestionada.  Sin dudas, fue la demostración cabal de un deseo de cambio de sistema.

            Milei ahora está presidiendo una Nación, es decir que está ejerciendo el mayor cargo político y, supuestamente por sus reiteradas declaraciones contra “la casta”, descreyendo de la necesidad de manejarse con las reglas básicas de la política.  Quizás no esté equivocado dado que quienes le concedieron su voto de respaldo estimaron necesario un cambio total.

            Hora bien ¿puede en un ámbito totalmente político manejarse prescindiendo de esas herramientas?  Es más o menos como pensar si un bombero puede llegar a desempeñarse correctamente si no conoce el manejo de las mangueras.  No obstante esa carencia,  debe reconocérsele al presidente su coraje y su hiperactividad, aunque es necesario que tenga en  cuenta como decía Nicolás Maquiavelo que “La naturaleza de los pueblos es variable y resulta fácil persuadirles de una cosa, pero es difícil mantenerlos en esa creencia” 

Los cambios estructurales que pretende llevar adelante Milei son evidencia de su tremenda osadía, pero los manejos de la política ya le demostraron que debe afinar su cintura y que los plazos de gracia inexorablemente se cumplen.

 

 

Especial para La Campaña, por Carlos H. Lapenta



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